| Kanon toma la bolsa con el pastel, su mirada me dice que no me espera nada bueno, si me pone el pastel en la cabeza la deuda estaría saldada, me lo merezco, pero me deja atónito cuando unta el betún en mis labios, los entreabrí por la sorpresa y antes de que pudiera reaccionar sentí sus labios en mi boca, por todos los dioses, ¿cómo habíamos llegado a eso?.
La sensación no fue desagradable, mi cuerpo reaccionó, la sangre se agolpo en mis sienes y seguramente me ruborice; eso fue lo que me dio más rabia, debí percatarme de que algo así podría pasar si me acercaba demasiado a alguien como él, confíe aferrado en lo bien que se sentía tenerlo cerca en el Inframundo.
Al dejar mi boca, apreté los puños y mi Cosmos empezó a fluir, tome con firmeza sus manos que seguían en mis hombros y sin dejar de retarlo con la mirada, las retire pasando un poco de aire helado a través de sus brazos a la vez que termine por lamer de mis labios el betún que quedaba, tratando de controlarme y no sucumbir al deseo de romperle la cara.
Separé el contacto y di dos pasos hacia atrás, lo escuche decirme.
— Listo habla.
En mi empeño por conservar la concordia y paz como “camaradas” que se suponíamos que éramos, le hable en el tono más tranquilo que podía en ese momento, pero mi mirada seguramente reflejaba más confusión que cualquier otro momento en mi vida.
— Merezco lo que acaba pasar, ya he tenido muestras de su “sentido del humor”, saldado esto, permítame explicarme.
Respire profundo, después de todo, a eso había ido.
— Como le decía en la carta, no puedo definir el motivo de mi incomodidad, use el más obvio, sin embargo, su misiva me hizo entender que esa no era la razón; yo, en verdad, le estoy agradecido por su apoyo en el inframundo, me agrado conocerlo y tenerlo cerca; lamento haberlo acusado de esa manera.
Baje finalmente la mirada en señal de humildad.
— Creo que es todo, me retiraré, ya no lo molestaré más.
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